Este reconocimiento ha de verse en un marco comunitario porque lo que he podido realizar ha sido gracias a una comunidad de colegas quienes compartimos que el feminismo es un legado afectivo, y en donde se coincide en ideales y renuencias ante las injusticias y los estereotipos de nuestras sociedades con profundas violencias. He buscado construir en común formas de justicia y dignificación de las mujeres en una vida feminista a partir de la escucha en resonancia en todos los ámbitos humanos y en concreto en la educación. Mi agradecimiento a esa comunidad y a quien me propuso para este premio.
Vivir como ciudadanas plenas implica aparecer en el espacio público con una presencia que se nos ha escatimado tanto y de manera sistemática, y nos ha hecho vernos como invasoras de esos espacios, silenciando nuestras voces y dando pie a inmensas injusticias. El espacio público ha de ser incluyente, ha de ser feminista si pretende ser democrático, y por ello hay que mirar lo que daña; hay que destruir lo que destruye, sin justificaciones complacientes que aparecen cuando las formas sexistas se institucionalizan. Estas formas laceran las maneras de habitar un mundo igualitario. Por ello, la motivación en mi actuar, tanto en los marcos universitarios como en otros espacios, ha considerado fundamental no cejar en la construcción de ciudadanías más democráticas, más justas, más igualitarias, más libres y, por ende, más feministas. La esperanza no se cansa y nos hace entender que tiene sentido luchar…
El FEMINISMO DIGNIFICA
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