La historia, como disciplina intelectual, es hoy en día una combinación de ciencia social y labor humanística. Gracias a estas dos perspectivas, la historia, tanto la escrita como la narrada oralmente, es útil y placentera. Desde la antigüedad clásica se dijo que es la “Maestra de la Vida”, y un filósofo de principios de siglo XX, George Santayana, dijo que quien no conoce la historia está condenado a repetir errores. La historia nos da identidad, tanto a nivel local como regional o nacional, así como en aspectos políticos, ideológicos y culturales. En ese sentido, la historia nos ayuda a crear una definición de nosotros y de nuestras comunidades, una definición siempre compleja y en mutación. Un refrán asegura que “nadie experimenta en cabeza ajena”; la historia desmiente tal aseveración, pues precisamente permite aprender de experiencias ajenas. Por último, la historia nos permite vivir muchas vidas y en diversas temporalidades: la nuestra y la de los personajes que estudiamos.